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«YO NUNCA VOY A SER MASCOTA DEL PODER, NUNCA JAMÁS»

«YO NUNCA VOY A SER MASCOTA DEL PODER, NUNCA JAMÁS»

Cuenta mi viejo que los guardias llegaban a mitad de la noche al pabellón, sacaban a los prisioneros de ese mal sueño que a duras penas conciliaban, y los obligaban a formar fila en las puertas de sus celdas, para salir al patio en medio de la noche helada de alguno de tantos inviernos en Coronda. Generalmente era un castigo adicional porque alguien había logrado que llegue al exterior una notita, escrita con un pedacito clandestino de carbonilla, en el papel del paquete de los cigarrillos.

Esas notas podían ser un pedido de ayuda por la salud de un detenido, una denuncia sobre las torturas, o una comunicación familiar, pero siempre, para que ese papelito saliera de Coronda, era necesaria una cadena de solidaridades, que la dictadura castigaba sacandolos al patio en una noche gélida.

Quiso la mala suerte, que la celda de mi viejo estuviera al principio del pabellón, obligándolo a formar primero en esa hilera de desventurados. Siendo el primero, recibía la orden de sus carceleros de iniciar el trote hacia el patio, a la que sistemáticamente se negaba. Entonces llegaba el primer golpe que lo doblaba de dolor, seguido nuevamente de la orden de iniciar trote al patio. En ese momento sonaban las voces de los detenidos de atrás de la fila: “aguantá ñato, no te movás”, y un nuevo golpe -Mi viejo recuerda especialmente al Colorado Paulón como sostén moral cuando las fuerzas flaqueaban y las costillas magulladas protestaban por el gesto de dignidad-.

El mensaje era claro: no iban a aceptar dócilmente y a trasladarse por sus propios medios a un castigo cruel e injusto. Que los llevaran a rastras, a los golpes. Así ratificaban la humanidad que sus carceleros trataban todo el tiempo de arrebatarles; porque no eran ganado, no eran mascotas.

Cuando escuché a Cristina decir que no iba a ser mascota del poder, ni a mover la patita, ni a dar vueltitas, rememoré este relato.  Mi inconsciente estableció una analogía inmediata, entre esos carceleros queriendo domesticar a mi viejo y a sus compañeros de cautiverio, y esa misma mafia -misma empresa, mismos nombres- queriendo domesticar a Cristina y a la dirigencia política. Cristina al comienzo de esa fila, siendo golpeada una y otra vez, nosotros atrás gritándole que aguante, que no afloje.

Pero alguna vez tenemos que salir del ensueño dictatorial de Magneto. Tres generaciones ya estuvimos formados en la fila, aterrados y doloridos esperando los golpes. Tres generaciones viviendo bajo el sistema normativo, económico, institucional, mediático y Judicial que estableció esa dictadura genocida. Tres generaciones donde juzgamos a los que manipulaban las picanas, pero no modificamos la legislación financiera, ni la estructura judicial monárquica que fue cómplice y protectora de los genocidas.

Cristina eligió ser mártir de esa gesta. Se les plantó con cada acción de gobierno que pudo llevar adelante, y con las que no pudo, dió una batalla cultural por construir una verdadera Democracia. Por eso la castigan, y por eso hay compañeros detenidos desde el 2016 -que están cumpliendo más años de detención que la duración de la última dictadura, y nadie sabe si alguna vez recuperen la libertad, porque cargan con más años de prisión preventiva sin sentencia que el máximo establecido por la escala penal en los delitos que les imputan, y nada indica que se los sentencie o se los libere-

Pero ya no alcanza con el sacrificio de unos pocos, por monumental que éste sea. Si la dirigencia política, sindical y social del campo nacional y popular en su conjunto no va a asumir la responsabilidad de garantizar la democracia, vamos a seguir en las mazmorras de un golpe que nunca terminó.

Marina Magnani
Concejala de la Ciudad de Rosario